viernes, 26 de abril de 2024

LA VOZ EN EL LABERINTO


Este artículo está relacionado con aquel titulado OTROS MUNDOS, y es un intento de hacerte ver, si Dios quiere, algo que pude descubrir en el laberinto de la vida...


«El laberinto enlaza con la Grecia minoica, la de los héroes, situada históricamente en la Edad de Bronce, hacia el año 1.200 antes de Cristo. La leyenda cuenta cómo Teseo, hijo de Egeo, rey de Atenas, decidió ir voluntariamente a la corte del rey cretense Minos, en Cnossos, para librar a su ciudad del monstruo Minotauro que periódicamente exigía la entrega de 14 jóvenes como sacrificio ritual. Minotauro era el hijo de la reina Pasifae y de un toro del que se enamoró la esposa de Minos a instancias del Dios Poseidón, quien anhelaba vengarse del soberano por una vieja afrenta. Teseo logró entrar en el laberinto, matar a la bestia y salir con la ayuda del hilo de Ariadna, y regresar a Atenas, aunque por el camino se olvidó de cambiar las velas negras del barco, de luto, por blancas, lo que llevó a su padre a suicidarse de pena tirándose desde Cabo Sunión, dando nombre al mar…
¿Qué hay de cierto? Laberinto llega de la palabra “labrys”, que significa “hacha”, o más exactamente “doble hacha”. Como en el caso de Troya, se creía que era un puro mito, pero Arthur Evans, henchido de fe romántica, decidió viajar a Creta. Poco antes Schliemann había dado con el sitio arqueológico troyano guiándose sólo por la “Iliada”, Evans siguió su ejemplo y dio con Cnossos, donde excavó y encontró un palacio enorme, decorado con “hachas dobles” que acabó moldeando exageradamente según su gusto. También se dio cuenta de que el edificio estaba lleno de estancias, escaleras que suben y bajan, un lugar fácil para que cualquiera pudiera perderse. En definitiva, el palacio del “doble hacha” era precisamente un laberinto. En cuanto al Minotauro, es probable que se refiera al culto al toro, todavía visible en los restos de Cnossos. Minos también existió o era quizá un título real para los soberanos de Creta.»



«Jacobo se frotó los ojos. Cada camino que había tomado era un callejón sin salida. Él tenía hambre, estaba cansado y en ese momento ¡parecía como si fuera a permanecer en ese laberinto para siempre! “Si el rey quiere divertirse al poner un laberinto tan complejo, en el cual, sólo uno de los caminos conduce al palacio, ¿por qué tengo yo que sufrir?”, pensó Jacobo para sí mismo mientras nuevamente se enfrentaba a un camino sin salida y tenía que cambiar de dirección.
De repente sintió que alguien llamaba su nombre desde arriba, “¡Jacobo, Jacobo! ¡Mira hacia arriba!”. El sol lo cegó mientras trataba de mirar de reojo desde donde provenía la voz. Finalmente, pudo ver a un sabio anciano de barba encaramado en el techo del palacio, que le indicaba de forma frenética el camino que debía tomar.
“¿Por qué debo escucharlo?”, pensó Jacobo. “¿Quién se cree que es, diciéndome qué debo hacer?. ¡Es un país libre y yo puedo equivocarme en cuantas calles sin salida yo quiera! (¡Y también sufrir las consecuencias!)”.
Luego Jacobo escuchó las palabras del sabio. “Yo he estado en el laberinto del rey y he encontrado el único camino que conduce al palacio. Desde mi posición ventajosa aquí en el techo, puedo ver todos los caminos que están frente a ti. Si sigues mi consejo, estarás muy pronto en el palacio y recibirás un jugoso premio. ¡Si rechazas mi consejo, puedes permanecer en el laberinto por el resto de tu vida!”.»



Biblia Textual (3ª revisión)
Mateo 22:9
Id pues a las encrucijadas de los caminos, y llamad a la fiesta de bodas a cuantos halléis.

Al-Wali del Valle de Laon.

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